El capítulo de las conductas impulsivas y compulsivas en el humano es variado y muy complejo.
Cuando uno mismo se hace daño lo primero es tratar de establecer si se está en claridad de conciencia , si se trata de una alteración de la personalidad, o por el contrario, se busca llamar la atención.
No es lo mismo la agresividad de un chico con retardo mental que se golpea la cabeza, que el caso de una jovencita que se puncha con una aguja hasta sangrar.
A veces estamos frente a un trastorno de la infancia llamado Gille de la Tourette.
Para Stern y Levendraun (1998) cuando se es consciente de lo que se hace, estos actos son una forma de ser distinto a los demás.
Muchas jovencitas que sus padres les niegan un permiso o que no toleran alguna frustración, se hacen rasguños en la piel o se hieren con una navaja..
Gerkein y Brown (2002), creen que estamos frente a una forma de regular los afectos respecto de los demás…
Hemos observado personas que en medio de un ataque de ira se muerden alguna parte de su cuerpo hasta sangrar…
Joiner (2005), afirma que estos actos son una forma de bajar el umbral al dolor y que el daño físico tiende a calmar las tensiones.
Existe un cuadro que se llama trastorno límite de la personalidad en las cuales estas conductas son interpretadas como gestos para-suicidas. Este trastorno llamado también Borderline, puede presentar automutilación y cortaduras de importancia como gestos manipulativos que a veces pueden llegar al suicidio.
Algunos chicos desafiantes (anestesia dolorosa), inmunes a las “pelas” , retando sonrientes al padre e invitándole a darle cada vez más duro. “Ya yo no le tengo miedo a los golpes”…
En el ritual sexual en algunas preferencias (sado-masoquismo), el practicante se excita haciéndose daño físico o solicitando a su pareja que le golpee.
Halarse el pelo de forma dolorosa o pellizcarse hasta sangrar puede reflejar: impulsividad; ansiedad extrema o parte de un ritual de personalidades histéricas y/o límites.
Muchos adolescentes que se perforan el ombligo, la nariz, las orejas y hasta la lengua, como parte de una subcultura de diferenciación, no necesariamente es considerada como una patología de base, sino como un ritual de inclusión en un grupo o como parte de una moda.
Muchas veces con tolerar de forma indiferente estas pretensiones
de “llamar la atención” de esos jovenzuelos, la conducta descrita, desaparece sin dejar huellas.
Las personalidades llamadas histriónicas a veces dentro de su teatralidad se hacen daño más allá de sus originales pretensiones, es el caso de personas que respirando en una funda plástica sin un interés seriamente suicida, han muerto intoxicados por su propio anhídrido carbónico.
Por la brevedad de la exposición no vamos a entrar a considerar a las personas que escenifican actos de crucifixión (imitando a Jesús), ni a los que peregrinan de rodillas hasta sangrar en un recorrido religioso hacia la basílica de Higüey.
De todos modos las lesiones auto inflingidas como se les llama en psiquiatría forense, a veces tienen ganancias primarias y secundarias.
Al final recuerdo con pena, en los años 70, haber visto a los braceros haitianos allá en mi natal San Pedro de Macorís cobrar 25 pesos en el “seguro” después de auto mutilarse una falange de sus dedos.
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